SUMARIO
  Editorial

El fatídico mes de la Gran Guerra, cuyo centenario coincide con la presente edición de SAPERE, nos proporciona la posibilidad de poder examinar por un caleidoscopio figurado las graves desavenencias en las que se encuentra el mundo. No hay nada como comprobar el valor predictivo del pronóstico de la historia. Ninguna otra guerra puso fin a toda una época de una manera tan vertiginosa y profundamente violenta. Aquella conflagración mundial puso lápida a cuatro imperios, reconstituyó el mapa de Medio Oriente, sentó las bases políticas y sociales para la revolución bolchevique, embarazó el crack económico de los 30, parió a Hitler y desencadenó la catastrófica Segunda Guerra mundial. ¿Vivimos actualmente en las sombras de ese incomprensible desastre?

Ante el desorden internacional, la confusión y la violencia desmedida parecen que las circunstancias, esgrimidas por no pocos protagonistas de aquel trágico 1914, se asoman casi con la misma intensificación. La simultaneidad de eventos del mundo actual con aquella época parecieran afirmarlo: proliferan ideologías extremistas, furias nacionalistas y ambiciones imperialistas. Una revanchista Rusia anexa Crimea y la violencia estalla en Ucrania; Irak está fragmentada y posibilita el califato islámico de Mosul, que tiene la voluntad de borrar cualquier vestigio de toda identidad, cultura y religión que no se ajuste a su particular lectura del Corán y a sus respectivas cofradías en la región; la Franja de Gaza, una vez más, sangra y arde, en el que los extremismos se justifican para la existencia del otro, revelando la insaciable necesidad de una lucha fratricida permanente que no tendrá un vencedor posible; la cruenta guerra civil en Siria, que ya ni siquiera es noticia en los periódicos, lleva más de tres años sin tregua; la violencia en Libia hunde a ese país en el más absoluto caos que ha conducido a la disolución total del gobierno de Trípoli; los conflictos se engrosan y siguen siendo tan sangrientos en Afganistán, Somalia, Mali, República Centroafricana y Sudán del Sur.

En este clima violentista, acaba el gobierno de Shinzo Abe de aprobar una nueva interpretación de la Constitución japonesa que flexibiliza las restricciones pacifistas que le fueron impuestas al término de la Segunda Guerra Mundial, para que se les otorgue la posibilidad de rearmarse y lo haga con la condescendencia de los Estados Unidos, disuadiendo a China en sus pretensiones de ocupar las islas Senkaku, Diaoyu y de paso refrenar la incesante amenaza de Corea del Norte; y en América, causa revuelo y espanto la política inmigratoria de los EEUU que está resuelto a seguir deportando miles de niños centroamericanos a sus países, donde no tienen instituciones familiares ni estatales que puedan acogerlos humanitariamente; resulta indigerible saber cuál es la amenaza que esos infantes representan para la seguridad nacional estadounidense.

Sin duda, asistimos a un sistema global sobrecargado de inseguridad y con una de las más escandalosas asimetrías en la historia económica del mundo. Según informa el World Ultra Wealth Report 2013 del banco UBS, 2.170 multibillonarios poseen una riqueza de 6.500 billones de dólares, una cantidad superior al PIB combinado de Alemania y Francia en 2013. De acuerdo con el Global Wealth Report 2013 del Credit Suisse Group, el 1% de la población posee el 46% de los activos globales y un 10%, el 86%: el 50% inferior apenas tiene el 1% del total. Según la investigación de 2011 de Vitali, Glattfelder y Battiston del Swiss Federal Institute of Technology, 147 firmas controlan, a través de una red de acciones y relaciones de propiedad, 43.060 corporaciones transnacionales.

No se trata entonces de un malestar subjetivo, sino que hay razones objetivas para la indignación, la disconformidad y el espanto. Contemplamos absortos la paulatina destrucción del Derecho Internacional, como si ese deterioro no fuera a tener un efecto corrosivo sobre nuestro mundo y nuestro futuro; los acuerdos internacionales y las organizaciones largamente han dejado de ser importantes; algunas instituciones regionales, al estar privadas de los mecanismos de contrapeso del poder, son fallidas y muchos organismos multilaterales son inexistentes en estos últimos años.

Sabemos que algo incierto nos domina y que el porvenir se acerca a nosotros envuelto en densos nubarrones, sería muy interesante disponer de auténticos elementos científicos de investigación para formular un estudio comparado y exhaustivo y preguntarnos, cien años después del inicio de la Primera Gran Guerra, cuánto hemos aprendido desde entonces y si se cumple aquello de que la historia enseña.

La necesidad de una coexistencia pacífica y racional, la subordinación de los Estados a un nuevo Orden Internacional más justo y equilibrado, garantizará el valor fundamental que debe cumplir el Derecho: evitar que la violencia y la injusticia agusanen la convivencia humana.

 

Dr. Jorge Godenzi Alegre    
Editor    
     
 

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