SUMARIO: EDITORIAL

Es reconfortante la edición de este segundo número de la Revista SAPERE y sobre todo reanima el abultado número de personas que la han visitado, lo cual evidencia la comunión de voluntades y sentimientos que existe en torno a la educación y a la cultura.

El Comité Editorial mantiene su interés en persistir fortaleciéndola como espacio académico libre, innovador, riguroso en la investigación jurídica, el desarrollo de nuevas ideas e iniciativas para las ciencias jurídicas, cuyos enunciados deberían estar provistos de un consistente armazón dogmático.

La Revista SAPERE, conservando esas señas de identidad, no renace para dedicarlo sólo al ejercicio intelectual y al rigor de la investigación jurídica, sino que se propone encaminarla también al enriquecimiento de la cultura, porque tanto el estudiante como el abogado están en condiciones de forjar una experiencia valiosa, producto del oportuno contacto con la realidad a través de los libros y acontecimientos trascendentales del tiempo, en razón de que “la vida sólo se puede vivir mirando hacia adelante pero sólo puede entenderse mirando hacia atrás”.

Por eso resulta incontestable reconocer la crisis que en la actualidad tiene una presencia omnímoda. Su percepción se generaliza con rapidez imprevista y sus efectos se manifiestan en el desquiciamiento del actual sistema educativo superior, tal como nos lo detalla, con una precisión taxidermista, como si utilizara un microscopio histórico, uno de nuestros articulistas. Esta crisis se refleja en todos los niveles, sus alcances se hacen más agudos, más críticos, cuando se trata de la educación universitaria; y no perdamos de vista y sentido que tanto esa educación como la cultura son eslabones que contribuyen a conciliar el crecimiento, la justicia, la construcción de la ciudadanía, el fortalecimiento de la cohesión social, por lo que son las vías más privilegiadas de superar esta crisis.

Y no sólo porque en el nivel universitario se enseñan y aprendan ciencias y disciplinas afines con las cuales se asegure el dominio sobre la naturaleza y se genere al desarrollo de la sociedad, sino por sus resultados que se traducen en el ejercicio del poder político y social, en el control de la producción y administración de la riqueza social o en el enriquecimiento de la dimensión espiritual de sus ciudadanos y ciudadanas, tal como ocurriera en un ínfimo tramo de la historia universal.

Así es, en la cuenca mediterránea, en la época de los Antoninos, hubo una temporada de felicidad como acaso ni antes ni después haya vuelto a gozar la especie humana. Esta hora de mediodía llegó en los gobiernos, bajo los sobresalientes liderazgos de Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio y toda esa clase gobernante, coincidentemente, fueron educados por Séneca, gran educador estoico y ejemplar ciudadano; esa grandeza se reflejó nítidamente por el elevado nivel educativo y cultural que obtuvo la ciudad eterna que erigió las condiciones perfectas para el buen vivir de su población y de su eficiente organización política.

Hace pocos días falleció José Luis Sampedro, economista de polenda, humanista modélico pero esencialmente ejemplar educador quien desde la cátedra y los libros espoleó a la juventud europea para que se pongan en pie y rechacen el dogma del libre mercado, empeñado en dar un valor monetario al ser humano y exacerbar el frenético individualismo; algunas de esas memorables palabras merecen ser transcritas en esta reconfortante ocasión: “Tenemos el deber de vivir la vida, de ser lo más que podamos en compañía de los demás, porque solos somos muy poca cosa”. Es para reflexionar.

Dr. Jorge Godenzi Alegre    
Editor    
     
 

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